domingo, 24 de enero de 2010

El pasado te visita... y no está mal (parte I)

En el año 1994 se organizó en el Instituto Nacional de Chagas Dr. Mario Fatala Chabén (INsCHA), donde intentaba hacer mi doctorado, un curso financiado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y por el Centro Argentino Brasileño de Biotecnología (CABBIO). Fue una de las mejores experiencias de mi paso por el INsCHA. Vinieron desde São Paulo en aquella época mi actual colega en la USP y amigo Alejandro, y mi actual colega en la USP Bianca.Yo tuve un doble rol de docente y alumno que me mantuvo al trote durante todo el curso. Entre los alumnos había brasileros, un paraguayo y un cubano, además de argentinos, claro. Entre los alumnos habia dos que tenían una experinencia y un bagaje teórico impresionante en los temas tratados, con lo cual los convertimos en docentes "de facto" y nos convertimos en alumnos suyos "de facto". Entre ellos destaco a un carioca con quien tuvimos mucha afinidad. Unos diez años mayor, con su familia ya formada (mujer y dos hijos), Carlos vivía con saudades... y no tenía problema en llorar en el café de la esquina de Av. Paseo Colón y Mexico, mientras miraba pasar los colectivos llenos de gente que volvia del laburo a las seis de la tarde. Carlos lloraba porque tenía saudades de Rio, del calor, de la ida a la playa a tomarse una cerveijinha con los amigos después del trabajo, de la mujer, de los hijos, del barcito donde se formaba la rodinha de samba cada tardecita... y en medio de relatos encantadores y encantados seguía llorando todas las tardes, desde el comienzo de la segunda semana hasta el final de la tercera (y última). Un año despues, fui a Brasil de vacaciones, y lo contacté. Iba a pasar por Rio y tenía interés en visitar la Universidade Federal de Rio de Janeiro (UFRJ), una de las mejores de Brasil y de América Latina. Para mi sorppresa me respondió emocionado como sólo los cariocas que enceuntran a viejos amigos se emocionan. Y me emocioné. Combinamos en encontrarnos. Despues de un emotivísimo abrazo, me llevó a pasear por Rio, Niteroi, conocer a su familia, y a su segunda familia (los colegas y amigos del laboratorio) que como buenos cariocas organizaron inmediatamente una feijoada con la excusa de recibirme y demás. Me fui encantado con el mundo de Carlos, claro. Pero todavía faltaba mucho para que decidiera venirme a vivir a São Paulo. Mantuvimos cierta correspondencia por e-mail (que no era tan difundido en aquel entonces todavía) que fue raleando hasta que se cortó. Desde que llegué a Brasil para vivir, tengo noticias esporádicas de Carlos por terceros. No trabajaba más en Rio... ni siquiera continuaba viviendo en Rio. Había sido contratado para ir a la Universidade Federal de Campos, y alli se había instalado con su esposa Regina. El viernes, después de una Defensa de Tesis, me presentan a un miembro del jurado... al tipo se le ponen los ojos llorosos... lo reconocí en el momento... pedimos un vino para brindar, y nos dedicamos a continuar alguna conversación dejada por ahí unos quince años atrás.


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